viernes, 17 de enero de 2014

La Belleza de la Iglesia. Evangelii Gaudium. RENOVACIÓN.

 
“EVANGELII GAUDIUMLA NECESARIA RENOVACIÓN
 
 
 
 
Retomamos la magnífica encíclica programática del Papa Francisco, entresacando los aspectos que nos pueden llegar más.
Precisamente, cuando escribo este artículo recibo con alegría la noticia de que en nuestro boletín, y a partir de la semana próxima, el Papa tendrá una sección específica. Ya  solíamos publicar normalmente resumen de sus mensajes más importantes, pero ahora, según me dicen, será algo más continuo y específico.
Es realmente una belleza para la Iglesia tener a este Papa. Creo que cada Pontífice le aporta a la Iglesia mucho. Le deja su impronta, por llamarlo de alguna forma. Y ahora Francisco está derramando su carisma de buen pastor con olor a oveja, de alegría y optimismo para vivir la fe, de su amor verdadero a Jesucristo en los débiles. Incluso, su formación y carisma ignacianos es ahora una auténtica bendición para nosotros.
"La parroquia tiene que estar en contacto con los hogares y con la vida del pueblo, y no puede convertirse en una prolija estructura separada de la gente o en un grupo de selectos que se miran a sí mismos". ¿Realmente lo hacemos así?¿No actuamos a veces como grupo escogido, seleccionado, sin insertarnos en la vida de nuestros vecinos, sino dejándonos llevar por la “estructura”…?
“Hay otras puertas que no se deben cerrar. Todos pueden participar de alguna manera en la vida eclesial, todos pueden integrar la comunidad”Muchas veces cerramos puertas realmente. Excluimos. No incluimos al más débil.
Nos pasa a menudo, que proclamamos esa inclusión de todos, pero en la praxis, a la hora de la verdad,dejamos un poco o un mucho de lado al que no da la talla o camina a nuestro ritmo.
Una de las cosas que más me gustó oír hace tiempo a un catequista mío, del que guardo cariño filial, fue que había que trabajar al ritmo siempre del último, el más torpe. Ese es el punto.
También recuerdo con cariño cuando de joven se decía en las marchas por la montaña: el ritmo de la ascensión lo marca siempre el más lento.
"Prefiero una Iglesia accidentada, herida y manchada por salir a la calle, antes que una Iglesia enferma por el encierro y la comodidad de aferrarse a las propias seguridades". Ahí es nada. ¿Estamos dispuestos a mancharnos el borde del manto? ¿A accidentarnos quizás, cuando nos señalen? ¿Estamos dispuestos a participar en política como cristianos, a defender la vida, la familia, la educación de nuestros hijos, la justicia económica para todos? Eso significa “la calle” ¿no?
¿O preferimos seguir enfermando de parálisis e incienso?
 
 
 
 
Petrus quîntae
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 

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